lunes, agosto 07, 2006

Cambio de paradigmas

El concepto de integridad se va desarrollando cada vez más, va llegando, cada día, a los oídos de más personas en ésta época, en la cual, su carácter predominante es la de estar inmersos en lo que llamamos cambio de paradigmas.
Llamamos “paradigma” a las respuestas más o menos colectivas que tenemos acerca de: ¿qué es el mundo?, ¿qué es el ser humano? Y ¿qué significado tiene, entonces, que el ser humano se esté desarrollando, viviendo y evolucionando en éste mundo?. Y, claro, cómo hacerlo de la forma más adecuada posible.
Por supuesto, hay muchos paradigmas “en danza”, estableciendo un sentido y marcos de referencia para nosotros, las personas. Según la cultura (y sus supuestos ideológicos), los conocimientos adquiridos por la misma, la técnica y la tecnología aplicada por cada una de ellas, las formas de relajarse o de distraerse, las formas de producir y de consumir, etc.. Éstos aspectos de la vida hacen que haya, incluso dentro de cada uno de nosotros, muchos paradigmas superpuestos.
Por ejemplo: Para el que se declara “cristiano”, existen una serie de acciones recomendadas como mejores que otras, esto es, existe una escala de valores, a la cual denominaremos: “ética cristiana”. Asimismo, el “cristiano” en cuestión puede vivir “dentro” de otro paradigma a atender, por ejemplo un modelo de “mercado” (o intercambio de bienes y servicios) donde prima otra escala de valores, es decir , otra ética. Podríamos incluir en ésta descripción, el paradigma en relación a las experiencias de encuentro amoroso o de vida en pareja, y así, en cada situación o contexto de vida: el campo laboral, el educativo, el de la salud, el político, el legal, etc.
Hoy vivimos, desde hace unos años, una época marcada por lo que podemos llamar una superposición de paradigmas, o colisión de paradigmas, o lucha de paradigmas o más común un cambio de paradigmas ( a partir de mayor comunicación entre distintas culturas; de nuevos descubrimientos científicos, de nueva tecnología, de nuevas formas de comunicarnos van surgiendo nuevas formas de entendernos a nosotros mismos, al mundo y al significado que subyace a.....¿qué hacemos aquí, dónde y cómo gasto mi energía?
En un sentido es una época de confusión, de incertidumbre, en donde los paradigmas que nos “ordenaban” ( lo que se ha denominado la “Caída de los Grandes Relatos de la Modernidad”) están empezando a perder credibilidad y legitimidad. Hay creencias que ya no se pueden sostener sin caer en una torpe falsedad o en una temerosa mentira.
Por ejemplo: El “mito del crecimiento ilimitado”, la creencia en que es posible un desarrollo socio-económico para cada vez más personas a partir de las riquezas naturales y la apropiada tecnología aplicada. Ya, suficientemente, los informes ecológicos, los problemas sociales generados por la desocupación o explotación y los datos de desastres ambientales ( debido al indiscriminado uso de los recursos naturales y los desechos tóxicos) son inevitables de reconocer y menos de justificar por el crecimiento económico de unos pocos. Dentro de esta línea de pensamiento se enmarca el “mito del desarrollo personal” ( en el plano psicológico y socio-económico), y digo mito (cuento inspirador, pero irreal), ya que está basado en una idea del “yo” como algo aislado y separado del “tú”. ¿Es posible ésto, en la sociedad plenamente interrelacionada que vivimos? ¿es posible desarrollarnos sin estar interesados en el desarrollo de los vínculos que nos animan, sin pensar en el desarrollo de aquellos que comprarán el producto que brindamos, sin estar atentos a las necesidades y responsabilidades de unos con otros?.
Podemos encerrarnos en racionalizaciones, podemos tener deseos de creer en utopías, podemos motivarnos con “mensajes canalizados” desde otras dimensiones, podemos encerrarnos en casas bien protegidas, en barrios cerrados, o en castillos de oro o de hielo, pero considero que el mito del “desarrollo personal” ya no nos ofrece lo que, sí, en otra época necesitábamos, esto es, un afianzamiento de la confianza en nosotros mismos, un animarnos a ser auténticos y a expresar nuestro deseo.
Hoy, percibo la necesidad de creer en mi, como también en reconocer la necesidad de que crean en mi y a su vez, la necesidad de creer en el otro. Hoy creo necesario que practiquemos el confiar unos en otros para, de alguna manera empezar a construir maneras reales de la posibilidad de creer en el desarrollo de todos (sin necesidad de embaucarnos unos a otros), cada uno en su tiempo y espacio, según sus derechos, capacidades, virtudes y responsabilidades.
Sintetizando algunas ideas:
  • Vivimos una época de grandes cambios de paradigma
  • Hay distintos ámbitos en los cuales estos cambios se manifiestan (político, económico, productivo-laboral, religioso, científico, ambiental, social, familiar, vincular, afectivo, sexual, psíquico, etc.)
  • Hay dos movimientos específicos: 1)lo que está decayendo y 2)lo que está emergiendo.
  • Hay también, dos fuerzas que resisten el cambio:
    1. La que busca mantener lo establecido, tratando de conservar las formas culturales e institucionales y sus significaciones (esta se resiste al cambio)
    2. La que busca acelerar la emergencia de lo nuevo, resistiendo y rechazando el natural desenvolvimiento de las cosas (ésta quiere forzar el cambio, de manera que fortalece, a su vez, la resistencia anterior)

Ambas quieren ganar, y cada ser humano juega según su puesto, sus creencias, sus motivaciones y sus reglas. Todos queremos ganar el juego.
Pero, ¿Cuál es el “Patrón de autoridad” que dará validez a las contiendas? ¿Cuáles son las reglas? ¿Quién es el árbitro?
Propongo, como hipótesis, que en ésta época de cambio, los patrones de autoridad, los árbitros que ponen orden y dirigen el juego son:
1. El Tiempo (todos los días sale el Sol para todos)
2. La intimidad con nuestra mismidad (la fe en la vida que late en cada uno de nosotros)
3. Las capacidades integradoras de cada uno, que ayuden a moderar los extremismos que tienden a querer imperar unos sobre otros

4. En definitiva las intencionalidades de cada uno de nosotros.

- “Che, Javier, pero quién trae la pelota para jugar”
- “Ah, no sé, yo traje estas palabras”

hasta el próximo encuentro

Javier Ignacio Alvarez

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