lunes, abril 02, 2007

Eros...¿donde estás?....


Las primeras imágenes mitológicas de Eros que nos llegan a través de los griegos se dividen en dos grandes espacios de interpretación.
Por un lado Hesíodo en su “Teogonía” nos habla de Eros como una fuerza primordial, que empuja a todo a combinarse, mezclarse y unirse para dar origen a la vida. Fuerza que, sin producir nada por sí misma, hace producir a todo cuanto toca. En este sentido, de tipo energético conceptual, Eros, es la Potencia germinativa eterna, el impulso natural de vida, la esencia reproductora, sin la cual el Caos no hubiese podido entrar en actividad ordenadora, ni Gaia (La Tierra) empezar a producir. En este sentido, decimos que, cuando estamos “erotizados”, estamos “tocados” por esta fuerza que pugna por crear algo, tanto en el nivel material, emocional y/o mental; en combinación con objetos de la naturaleza, creando objetos de arte o tecnología o con otros seres humanos creando hijos, instituciones, u cualquier otra obra en común.

Más luego, esta Fuerza, ha sido recreada por la conciencia de sabios y poetas, tomando, por ejemplo la forma de un ser humano bello y joven que con sus flechas inflamaba los corazones al ser tocados por ellas. Así nace Eros: el dios del Amor. Cuenta la historia mítica( y en esta cuestión, siempre hay que tener en cuenta que hay varias versiones) que Eros era hijo de Afrodita y Hermes, y que entre otras cuestiones Afrodita, siempre se lamentaba que su hijo, Eros, no crecía, así que pidió consejo a Temis (diosa de la Justicia): ésta le dijo, a su vez, que si quería que su hijo creciese, que le diera otro hermano. Entonces Afrodita tuvo a Anteros ( que significa el amor contrariado), y, efectivamente Eros empezó a crecer. Quizá, como interpreta Juan Bergua, con esta historia de ficción, los poetas han querido dar a entender que el amor (Eros), para que “sea grande” tiene que ser contrariado.

También encontramos en la “Metamorfosis” de Apuleyo la historia de Eros y Psiché (el amor y la conciencia o alma) en la que se cuenta que Psiché, hermosa princesa, es obligada a casarse por sus padres por consejo de un oráculo. Así, llena de pánico, ante la incertidumbre y abandono, es enviada a cierto lugar donde sería tomada por esposa por un ser desconocido por ella. Gran sorpresa y muy agradable, por cierto, es la que empieza a vivir Psiché: un palacio lleno de oro y lujos, sirvientes a cada paso y por las noches un marido por demás dulce , amante, tierno y cariñoso la llenaba de extático placer. Pero éste, aparecía, misteriosamente, solo por las noches y no era posible que le viera, le había dicho, desde el primer instante, que se contentase con su presencia y contacto, y no hiciera nada por saber más, ni verlo; que de hacerlo, lo perdería. Un día, ¡siempre llega ese día!, Psiché se ve deseosa de conocer más a su amante marido, y dormido él, enciende una lámpara para verle el rostro, cuanta sorpresa, cuando ve allí, a su lado, a una belleza que jamás hubiera imaginado, Eros despierta y ante el desasosiego de Psiché huye despavorido…¿para siempre?. A partir de allí, Psiché, andará errante por el mundo atravesando distintas pruebas y humillaciones, anhelante, su corazón, buscando, día a día, volver a encontrar a Eros, el Amor.
Podemos interpretar, aquí la relación existente entre Psiché (la conciencia) y Eros (el Amor) de varias maneras; una de ellas es ver primero los mandatos paternos o estereotipos culturales “obligando” a la conciencia (Psiché) a casarse de tal o cual forma ( aquí entran las idealizaciones, forzadas, a veces, más, por formas repetitivas - replicantes- de la sociedad establecida que por reales deseos de la conciencia). Aún así, la conciencia puede verse fascinada, hechizada o encantada con tal o cual marido (o esposa) hallado; pero basta que la conciencia quiera “alumbrar un poco” su relación para que el “enamoramiento” (Eros) huya despavorido. Es, quizá, la puesta a prueba del verdadero amor, de aquí en más, la conciencia tendrá que atravesar grandes pruebas, que no es otra cosa que el enfrentamiento con la realidad ( no ya solo la realidad dada-establecida-, sino también, con la realidad del deseo creativo y productor de cambios), antes de poder volver a encontrarse con el amor. Así Eros, como el amor inmaduro, huye de la conciencia cuando ésta busca crecer ("mirar un poco más"), como así también, a medida que la conciencia es capaz de sostener más aspectos de la realidad, el verdadero amor ( el más abarcante e inclusivo) quizá vuelve a aparecer y allí se quedan juntos, claro, que habrá que ver si comiendo perdices en un palacio o un plato más sencillo en una casa del vecindario.

Hasta el próximo encuentro.
Javier Ignacio Alvarez

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