Hoy el tema que me ocupa es lo que he denominado “salud vincular”. Y, donde hablamos de salud, entendemos también, que puede haber un desequilibrio o enfermedad.
Si convenimos que la violencia o violación del espacio y humanidad del otro es una desarmonía vincular, tenemos enfermedades de varios tipos, a saber:
- Violencias físicas: Uso imperante de la fuerza de un ser humano ( o grupo ) hacia otro ser humano ( o grupo )
- Violencias sociales:
- de origen político-militar ( invasiones, colonizaciones, conquistas a la fuerza, esclavitudes, apropiación de tierras y materias primas…)
- de origen económico ( estafas financieras, robos, secuestros extorsivos, explotaciones laborales, trabajos forzados por penosas situaciones económicas…)
- de origen legal ( falseamiento de datos, testigos mentirosos, el “hecha la ley, hecha la trampa”, el “consejo” de Martín Fierro “hacete amigo del juez….”)
Los anteriores, son temas y reflexión de: juristas, políticos, abogados, sociólogos, filósofos y de todos aquellos interesados en el desarrollo de sociedades sanas ( entendiendo la sanidad social donde reinan el bienestar general o el desarrollo participativamente consensuado hacia el mismo)
Hoy me ocuparé de las:
- Violencias psíquicas:
Que no son tan visibles como las físicas y, que justamente, por no-visibles “a los ojos físicos”, son difíciles de observar, y menos estudiar científicamente o probar jurídicamente. Aún así, motivo de preocupación a la hora de la convivencia cotidiana, aún de aquellos vínculos que se eligen (la pareja, sociedades, amistades) para “amarse” ( no es el momento aquí para escribir acerca de cual es el verdadero amor ya que podríamos hablar de varios amores o amores de distintos niveles) uno al otro.
Se han hecho muchas investigaciones acerca de éstas violencias invisibles, a veces imperceptible a la luz de la razón, muchas veces ejercidas inocentemente, esto es sin conciencia, otras veces productos de historias de mal trato anteriores o de no haber conocido formas más saludables de relación. Es propio de la naturaleza humana estar, de una u otra manera, implicado en alguna de estas formas de enfermedad en algún momento de nuestras vidas. Son como la gripe o un resfrío, o, claro, enfermedades más graves aún, pero nadie puede decir que está inmune a todas.
Voy a nombrar algunas formas de violencia psíquica.
1. El abuso psicológico realizado a través de exigencias exageradas ( ambiciones perfeccionistas o caprichos insaciables), a través de deseos, donde incluimos al otro, motivados por intereses personales solamente.
2. El abandono, la indiferencia o la evitación sin dar ningún signo de aviso o explicación.
3. El concepto de “propiedad privada” trasladado a la esfera humana. La posesividad.
4. Los “dramas de control” tan claramente desarrollados por James Redfield en sus obras: “Guía vivencial de la 9° revelación” y “En busca de la luz interior"
5. Los distintos “juegos que jugamos” (Análisis transaccional); los “dobles vínculos” (a partir de la obra de Gregory Bateson); la codependencia ( las relaciones adictivas); los “regalos con dientes” ( estudiado por la línea que desarrolla el concepto de “Constelaciones familiares”, dentro de la psicología sistémica); la búsqueda o construcción de “chivos expiatorios” o “enemigos” donde “proyectar”(adosarle al otro) nuestras “partes” negadas o rechazadas.
En fin, investigaciones se han hecho muchas, todas orientadoras acerca de, cómo, los seres humanos, sin saberlo o desearlo concientemente ( a veces puede ser concientemente, quizás apoyados en algún grado de temor, sed de revancha, o con alguna justificación racional de por medio), generamos desequilibrios o actuamos reactivamente desestabilizando nuestros vínculos, los cuales, claro, causan dolor emocional, culpa, resentimiento, desconexión y distancia, socavando así, nuestros ideales de amor, confianza y sinergia (energía unida en un mismo propósito) que anhelamos para las relaciones que emprendemos electivamente.
Hasta aquí la enumeración de variadas enfermedades vinculares, y me he referido, no tanto a las que reconocemos al instante y podemos cambiarlas perdonando y/o pidiendo disculpas, comprendiendo los roces naturales de la convivencia, sino a las que se mantienen detrás de un velo de inconciente conformidad.
¿Qué hacer entonces?
Al principio, decíamos, que el autoconocimiento es necesario a la hora de amarnos más auténticamente a nosotros mismos (autoestima).
Terminamos diciendo que a la hora de construir vínculos sanos o tratar a las enfermedades (desequilibrios) vinculares, es necesario conocer las dinámicas psicológicas implícitas en las relaciones. Y, claro, no es tarea fácil tratar de reconocer el papel que jugamos inconciente y automáticamente a través de mandatos, convenciones, creencias erróneas o costumbres estereotipadas en el desarrollo de los vínculos.
Pero el sano amor, requiere de la valentía de reconocer y confrontar, ambos polos de la relación, o sea, los involucrados, la “enfermedad” que los embarga.
Desde la perspectiva de la Cosmovisión Holística Integral -que tiene a la astrología como una de sus ramas de investigación- se busca la comprensión de las dinámicas vinculares, de la polaridad Yang (masculino)-Yin (femenina) que existe en cada uno de nosotros seamos varones o mujeres. También se estudia la llamada Sinastría (donde se da luz sobre los vínculos, observando las dos “Cartas o Mapas Natales” de las personas implicadas en la relación).
Es hacer el trabajo de Autoconocimiento donde el yo y el tu se transforman en el nosotros, a partir de los dos Mapas antedichos. En tono de broma digo: “A veces, intentamos llegar al “tesoro” del amor solo con el mapa de nuestro “yo” en la mano”
Hasta el próximo encuentro, que tengan salud, amor y energía para el desafío y emprendimiento.
Javier Ignacio Álvarez
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