viernes, agosto 04, 2006

Salud vincular



En un artículo anterior escribí acerca de la relación que existe entre el autoconocimiento y la autoestima (ver 2 de agosto) y la necesidad de asumir tales condiciones para estar mejor con nosotros mismos ( bienestar entendido como la capacidad de estar solos cuando se presenta la experiencia de estarlo).
Hoy el tema que me ocupa es lo que he denominado “salud vincular”. Y, donde hablamos de salud, entendemos también, que puede haber un desequilibrio o enfermedad.
Si convenimos que la violencia o violación del espacio y humanidad del otro es una desarmonía vincular, tenemos enfermedades de varios tipos, a saber:
  • Violencias físicas: Uso imperante de la fuerza de un ser humano ( o grupo ) hacia otro ser humano ( o grupo )

  • Violencias sociales:
  1. de origen político-militar ( invasiones, colonizaciones, conquistas a la fuerza, esclavitudes, apropiación de tierras y materias primas…)
  2. de origen económico ( estafas financieras, robos, secuestros extorsivos, explotaciones laborales, trabajos forzados por penosas situaciones económicas…)
  3. de origen legal ( falseamiento de datos, testigos mentirosos, el “hecha la ley, hecha la trampa”, el “consejo” de Martín Fierro “hacete amigo del juez….”)

Los anteriores, son temas y reflexión de: juristas, políticos, abogados, sociólogos, filósofos y de todos aquellos interesados en el desarrollo de sociedades sanas ( entendiendo la sanidad social donde reinan el bienestar general o el desarrollo participativamente consensuado hacia el mismo)
Hoy me ocuparé de las:

  • Violencias psíquicas:

Que no son tan visibles como las físicas y, que justamente, por no-visibles “a los ojos físicos”, son difíciles de observar, y menos estudiar científicamente o probar jurídicamente. Aún así, motivo de preocupación a la hora de la convivencia cotidiana, aún de aquellos vínculos que se eligen (la pareja, sociedades, amistades) para “amarse” ( no es el momento aquí para escribir acerca de cual es el verdadero amor ya que podríamos hablar de varios amores o amores de distintos niveles) uno al otro.
Se han hecho muchas investigaciones acerca de éstas violencias invisibles, a veces imperceptible a la luz de la razón, muchas veces ejercidas inocentemente, esto es sin conciencia, otras veces productos de historias de mal trato anteriores o de no haber conocido formas más saludables de relación. Es propio de la naturaleza humana estar, de una u otra manera, implicado en alguna de estas formas de enfermedad en algún momento de nuestras vidas. Son como la gripe o un resfrío, o, claro, enfermedades más graves aún, pero nadie puede decir que está inmune a todas.
Voy a nombrar algunas formas de violencia psíquica.

1. El abuso psicológico realizado a través de exigencias exageradas ( ambiciones perfeccionistas o caprichos insaciables), a través de deseos, donde incluimos al otro, motivados por intereses personales solamente.

2. El abandono, la indiferencia o la evitación sin dar ningún signo de aviso o explicación.

3. El concepto de “propiedad privada” trasladado a la esfera humana. La posesividad.

4. Los “dramas de control” tan claramente desarrollados por James Redfield en sus obras: “Guía vivencial de la 9° revelación” y “En busca de la luz interior"

5. Los distintos “juegos que jugamos” (Análisis transaccional); los “dobles vínculos” (a partir de la obra de Gregory Bateson); la codependencia ( las relaciones adictivas); los “regalos con dientes” ( estudiado por la línea que desarrolla el concepto de “Constelaciones familiares”, dentro de la psicología sistémica); la búsqueda o construcción de “chivos expiatorios” o “enemigos” donde “proyectar”(adosarle al otro) nuestras “partes” negadas o rechazadas.

En fin, investigaciones se han hecho muchas, todas orientadoras acerca de, cómo, los seres humanos, sin saberlo o desearlo concientemente ( a veces puede ser concientemente, quizás apoyados en algún grado de temor, sed de revancha, o con alguna justificación racional de por medio), generamos desequilibrios o actuamos reactivamente desestabilizando nuestros vínculos, los cuales, claro, causan dolor emocional, culpa, resentimiento, desconexión y distancia, socavando así, nuestros ideales de amor, confianza y sinergia (energía unida en un mismo propósito) que anhelamos para las relaciones que emprendemos electivamente.
Hasta aquí la enumeración de variadas enfermedades vinculares, y me he referido, no tanto a las que reconocemos al instante y podemos cambiarlas perdonando y/o pidiendo disculpas, comprendiendo los roces naturales de la convivencia, sino a las que se mantienen detrás de un velo de inconciente conformidad.
¿Qué hacer entonces?
Al principio, decíamos, que el autoconocimiento es necesario a la hora de amarnos más auténticamente a nosotros mismos (autoestima).
Terminamos diciendo que a la hora de construir vínculos sanos o tratar a las enfermedades (desequilibrios) vinculares, es necesario conocer las dinámicas psicológicas implícitas en las relaciones. Y, claro, no es tarea fácil tratar de reconocer el papel que jugamos inconciente y automáticamente a través de mandatos, convenciones, creencias erróneas o costumbres estereotipadas en el desarrollo de los vínculos.
Pero el sano amor, requiere de la valentía de reconocer y confrontar, ambos polos de la relación, o sea, los involucrados, la “enfermedad” que los embarga.


Desde la perspectiva de la Cosmovisión Holística Integral -que tiene a la astrología como una de sus ramas de investigación- se busca la comprensión de las dinámicas vinculares, de la polaridad Yang (masculino)-Yin (femenina) que existe en cada uno de nosotros seamos varones o mujeres. También se estudia la llamada Sinastría (donde se da luz sobre los vínculos, observando las dos “Cartas o Mapas Natales” de las personas implicadas en la relación).
Es hacer el trabajo de Autoconocimiento donde el yo y el tu se transforman en el nosotros, a partir de los dos Mapas antedichos. En tono de broma digo: “A veces, intentamos llegar al “tesoro” del amor solo con el mapa de nuestro “yo” en la mano”
Hasta el próximo encuentro, que tengan salud, amor y energía para el desafío y emprendimiento.

Javier Ignacio Álvarez



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